La emoción es tan substancial a nuestra naturaleza que para potenciar este vínculo materno-filial, en el cerebro materno se desencadenan una serie de cambios que predisponen a la madre hacia el cuidado y atención de su bebé, con los consiguientes beneficios para el desarrollo integral del niño y, por extensión de la propia especie. Incluso, algunos de estos cambios maternos pueden llegar a afectar el cerebro infantil, proporcionando, por tanto, las bases del desarrollo neurobiológico, socioafectivo y cognitivo infantil. Cada vez más, la ciencia reconoce la importancia de los procesos epigenéticos en el desarrollo del pequeño ser, por encima del determinismo genético que nos habían inculcado. Este hecho nos proporciona un margen mayor para poder optimizar la intervención en los procesos del desarrollo infantil.
La relevancia y envergadura de las primeras experiencias maternoinfantiles es tal que su efecto llega incluso a mantener un efecto transgeneracional: las primeras experiencias de cuidado maternal que recibe el bebé producen efectos tan a largo plazo que afectan incluso a conductas relacionadas con su futura maternidad, de modo que tener durante la infancia un clima emocional positivo y consistente con la madre aumenta la probabilidad de ejercer conductas de cuidado sensibles y de calidad hacia los futuros hijos.
Esta sabiduría natural que impregna nuestra propia naturaleza ha estado relegada, en multitud de ocasiones, por una concepción materialista y altamente tecnificada de la vida olvidando que cada embarazo tiene sus propios tiempos y cada mujer debe escuchar y conectar con las necesidades de su cuerpo. El estrés, las exigencias de la vida actual, las agendas cargadas de citas, impiden que la mujer embarazada conecte con ellas. Se imponen las exigencias externas y se acallan las señales que el cuerpo transmite en forma de emoción, miedos, falta de sueño, ansiedad. Son las primeras manifestaciones que nos indican que el cuerpo se revela al ritmo que nuestra mente le obliga a mantener.
¿Qué ocurre con el feto?
Cada vez aparece mayor evidencia científica que avala la teoría de la programación fetal, según la cual algunas estructuras cerebrales como el hipotálamo o la hipófisis quedarían programadas para la vida adulta en algunas semanas críticas del tercer trimestre del embarazo: el estrés materno en dichas semanas podría producir cambios persistentes en el sistema de adaptación al estrés del niño (a nivel del eje hipotálamo-hipofisis-suprarrenal), cambios que lo harán más vulnerable a las condiciones del medio y, por tanto, con menos recursos para adaptarse a él.
Siendo tan importante el estado emocional de la madre durante el embarazo y la crianza de su hijo, las sesiones de escucha del Método Tomatis® representan un recurso privilegiado para facilitar este bienestar y crear las condiciones adecuadas para que madre e hijo establezcan las bases de un vínculo afectivo estable y duradero. En palabras del Dr. Tomatis “la madre sintoniza en el mismo universo acústico que su hijo, descubre en toda su dimensión el sentido de dar la vida”. Al cabo de pocas sesiones de tratamiento, el ritmo cardíaco y la respiración de la madre se tranquilizan, la pared uterina se relaja proporcionando más espacio al futuro bebé, la madre relativiza sus miedos subjetivos para dedicarse a una relación más personal con su hijo. Las emociones positivas de la madre se transmiten al hijo creando un entorno acogedor necesario para la formación de una futura personalidad sana y positiva. El bebé tendrá el gusto por la vida y una aptitud innata para la felicidad.